La melancólica muerte de Chico Ostra, de Tim Burton, había ya sido publicada por Anagrama en 1999 en su colección Panorama de narrativas; para celebrar su vigésimo aniversario, la misma editorial ha lanzado a través de la colección Contraseñas ilustradas una nueva edición bilingüe que mantiene la traducción original de Francisco Segovia e incluye, al final del libro, el texto original en inglés que Tim Burton escribió «de su puño y letra» (entre comillas o no, que es una imagen bonita la de ver a un autor utilizando bolígrafo y papel para dejarse llevar por las musas, ¿verdad?).
Si conoces a Tim Burton y su obra no te sorprenderá la galería de estrafalarios personajes que pululan por este libro. Niños, todos los protagonistas, de las más esperpénticas naturalezas y dramáticas situaciones personales. Niños raros, inadaptados o incomprendidos: freaks en su concepto más amplio y desgraciados en cualquier caso. Siempre me ha parecido que el universo de Tim Burton tenía mucho de Dickens.
Las ilustraciones que acompañan a cada uno de los cuentos en verso que componen este libro te recordarán enormemente a los personajes de Pesadilla antes de Navidad, por ejemplo, por lo tenebroso de muchos de ellos, pero también a Eduardo Manostijeras, por la ternura y la inocencia desprendidas por un personaje condenado a ser, irremediablemente, marginado por una sociedad que no sabe —o no quiere— aceptarlo. La melancólica muerte de Chico Ostra es una de las historias incluidas en la recopilación, y le da título, quizás, por ser una de las más tristes de todas ellas.
A nadie le sorprenderá el gusto que tenía Tim Burton por la obra de Edward Gorey, con el que comparte un cierto perfil personal y profesional. Ambos son personajes un tanto excéntricos con una inclinación bastante marcada por la narración de historias macabras o, cuando menos, políticamente incorrectas, a través de personajes infantiles que potencian los elementos más incómodos o terroríficos, creando una potente poética a la que no nos tiene tan acostumbrados la literatura infantil corriente. De hecho, no siempre es fácil catalogar los trabajos de Burton y Gorey como literatura infantil. ¿Lo son? Seguramente no, si pensamos que la literatura para niños debe ser un placentero viaje por personajes y situaciones azucaradas, pero el mundo no es un lugar especialmente dulce y los niños tienen una sorprendente capacidad para asimilar de manera natural realidades que a los adultos nos resultan más perturbadoras.