Mercaderes del espacio, Frederik Pohl y C.M. Kornbluth

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En cuanto supe de Mercaderes de espacio, de Frederik Pohl y C.M. Kornbluth, decidí leerlo. No me ha sido fácil, al contrario, me ha costado mucho encontrar este libro que, finalmente, he conseguido de segunda mano, ya que no hay librería en el universo que lo tenga en su estantería. Pese a haber otra edición de Minotauro bastante reciente —o eso me ha parecido al ver su portada (la que veis arriba es la antigua)—, no ha habido manera de comprarlo a través de los canales habituales.

El interés que despertaba en mí esta novela, como sospecharéis si habéis leído alguno de mis últimos posts, es el componente distópico, que estoy yo últimamente aún más pesimista que de costumbre respecto a nuestro negro futuro como especie y este libro encarna muchos de mis temores sobre las trágicas consecuencias que mucho me temo que va a acabar teniendo este capitalismo en el que vivimos.

Pero entremos en materia: Pohl y Kornbluth describen en esta novela un terrible futuro para nuestro planeta, en el que los estados han perdido todo control sobre las decisiones políticas, que quedan, en realidad, en manos de las grandes corporaciones. El noventa por ciento de esta sociedad está compuesta por los consumidores, destinatarios de las grandes campañas que las empresas de publicidad maquinan para ellos. Mitchell Courtenay, el protagonista, es un ejecutivo de una de estas compañías y, para él, pese a la saturación demográfica de un planeta prácticamente agotado por sobreexplotación, el crecimiento de la población es una muy buena noticia que se traduce en mejores números para él y su empresa.

El capitalismo se ha convertido en el espíritu de la vida en la Tierra. Todo existe por y para él y para aumentar las ventas que lo hacen posible. El expolio natural ha degradado el planeta tanto como para hacer un lujo de todas aquellas cosas que en un principio obteníamos gratis de la naturaleza: el agua, la madera —utilizada para hacer joyas—, la carne real —en contraposición a la proteína artificial de la que se alimenta la mayor parte de la población y que crece en forma de bloque amorfo en una factoría—… todo. Los combustibles fósiles se han agotado y han aparecido los coches a pedales (imagen curiosa que casi me ha parecido más una buena noticia que una desgracia), pese a lo cual hay que ponerse tapones antihollín para transitar por la calle, debido a los altos niveles de contaminación.

El ser humano ya tiene colonias en la Luna y su próximo objetivo es la colonización y explotación de Venus, donde pretende instalar núcleos de población que extraigan los recursos naturales del planeta para comerciar con ellos en la Tierra y, a su vez, vender a los colonos productos específicamente pensados para ellos. Más de lo mismo, vamos. Mitchell Courtenay es nombrado  director de la campaña comercial que pretende vender a la población una nueva vida en un planeta que, en realidad, poco o nada tiene que ver con el que muestran sus anuncios. Necesitan colonizadores, nuevos consumidores que les permitan ganar más dinero y para ello tienen que adornarles un poquito —bastante— la realidad. Por circunstancias ajenas a su voluntad, Mitchell acaba inmerso en la sociedad real, la de los consumidores que dedican su vida a trabajar en empleos agotadores y desagradables para poder sobrevivir y comprar todas aquellas cosas que ejecutivos como él les incitan a consumir a través de campañas de publicidad dirigidas específicamente a ellos. Allí entrará en contacto con los consistas, grupo rebelde contrario a la política mundial imperante en un mundo totalmente globalizado en el que no se respetan los derechos humanos ni, mucho menos, el medio ambiente, al que se se castiga sin piedad para poder mantener el sistema capitalista. Los consistas son muy conscientes de la irreversibilidad de este expolio natural, pero también creen que es posible revertir la situación mundial concienciando al pueblo, y a ello van dirigidos parte de sus esfuerzos a través de acciones de boicot de sus miembros, perseguidos pero presentes tanto entre las clases bajas como infiltrados en posiciones de poder. De su experiencia derivará toda una reflexión que lo llevará a un conflicto interno a la hora de posicionarse ante la realidad de una sociedad que no es la que él creía que era.

El planteamiento es exactamente el que esperaba encontrar en la novela, pero debo reconocer que en algunos tramos la trama me ha parecido algo confusa y se me ha hecho un poco larga su lectura, que, pese a no ser pesada, se ha acabado alargando un poco en el tiempo. Aun así os la recomiendo si os interesa el tema.

2 comentarios

  1. […] es Mercaderes del espacio, de Frederik Pohl y C.M. Kornbluth, que descubrí en este libro y que os reseñé hace poco, una distopía capitalista en la que el mundo se ha convertido en un paraíso ultraliberal donde […]

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