03. El ataque de las peras rosas… ¡frup!

Peripecias estelares03

Afrodita no tardó más de dos segundos en reaccionar, justo lo que le llevó procesar el ataque sorpresa de Giuseppe, que seguía ahí, inmovilizándola parcialmente, agarrado a su tronco como un koala. Ni de separar los brazos del cuerpo había tenido tiempo la pobre, tan rápida fue la cosa. Durante esos dos primeros segundos de perplejidad miró hacia abajo, a la altura de sus hombros, que era donde la coronilla de su dulce atacante más brillaba entre los escasos supervivientes pilosos que surcaban su superficie a aquellas alturas. En el segundo número tres se deshizo de él como quien aparta una mosca:

—¡Quita!

Lo dijo tan resuelta que su larga melena morena se agitó cual crin de caballo salvaje galopando al viento. Eso es por lo menos lo que debió de pensar Giuseppe, que, lejos de replicarle, se quedó inmóvil, mirándola embobado desde su metro sesenta escaso. Ella tampoco apartó sus ojos de él, puede que en previsión de un nuevo abrazo. El fin al cruce de miradas lo puso un estruendo con bastante mala pinta proveniente del pasillo que arrancaba de la otra punta del andén. Si el ruido ya no auguraba nada bueno, el ver como los compañeros más cercanos al pasillo echaban a correr hacia ellos en plena estampida solo podía confirmar sus temores; los trátor. Hacía ya mucho de la última incursión sorpresa en los aposentos de los humanos, y nunca era para nada bueno.

La confusión se extendió por toda la estación. Sus compañeros corrían despavoridos perseguidos por alienígenas encolerizados. ¿Por qué? Nadie lo sabía; simplemente aparecían, se cargaban a unos cuantos y, cuando se aburrían, volvían a la superficie. A decir verdad recordaban bastante al ser humano. A las peores partes del ser humano. Tenían una mala leche hiperbólica, un egoísmo desmesurado y una falta de empatía y de consideración con el resto de los seres del universo que dejaba a Vlad el Empalador a la altura del betún. En lo físico salían claramente perdiendo: pese a tener un cuerpo bastante parecido al de los terrícolas, más grande, eso sí, tenían una cabeza muy fea, en forma de pera chata. El estar la pera al derecho, y no del revés como el cine siempre se empeñó en pintar a los marcianos, les daba un aspecto muy ridículo, aunque nadie tuviera ningunas ganas de reír al verlos. Andaban en pelotas por el mundo, eso sí, así que en algo más tenían que diferenciarse de los humanos cuando no se apreciaba agujero ni protuberancia alguna en ninguna parte de su cuerpo más allá de la boca. ¡Ah! Y eran rosas. Rosa chicle. De un rosa chicle alterado únicamente por un azul turquesa que les iba cubriendo la cabeza desde su base cuando se enfadaban, que era casi siempre, hasta teñirles la pera entera.

Afrodita no reaccionó esta vez al peligro que suponía tener a sus amos correteando por allí en busca de diversión y permaneció inmóvil hasta que un bracito gordito y peludo se alargó cuanto pudo desde debajo del andén y la atrajo hacia sí. Giuseppe, claro. Le tapó la boca con la mano y le hizo señas de guardar silencio. Estuvieron allí escondidos hasta que la calma volvió a la estación. Esta vez se habían llevado a todos sus compañeros a la superficie. No sabían cuántas muertes habría que lamentar. Salieron de su escondite y encontraron la puerta de salida abierta. Comenzaron a caminar por el pasillo de la derecha hasta que, de repente, un extraño ruido les llamó la atención. Era algo así como «fru-frup». Giuseppe se detuvo. El ruido volvió a sonar, «fru-frup».

—¿Qué te pasa? —preguntó Afrodita sin demasiada paciencia.

—Espera —dijo Giuseppe, y giró su cuerpecito en dirección al origen del ruido.

—¡Que no tenemos tiempo!

Ni puñetero caso. El sonido lo llamaba claramente como si dijera «Giuseppe… fru-frup, ven aquí, Giuseppe… frup». Afrodita estaba de los nervios; no tendrían otra oportunidad tan clara para despistar a los trátor y largarse de allí pero, ¿qué podía hacer?

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6 comentarios

  1. Que se vayan cagando leches!!! Seguro que Afrodita tiene más sentido común que Giuseppe (y más pelo XD).

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    1. Probablemente sí tanga más sentido común. En lo del pelo no hay discusión posible… jaja

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  2. Rosa M. · · Responder

    Peludos y de color rosa chicle!!! y es que las apariencias siempre engañan 🙂

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    1. Peludos noooo!!! Ya has echado a volar tu imaginación desboradante… jajaja.
      Ya aparecerá algún peludito, ya… 😉

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      1. Rosa M. · ·

        Conforme iba leyendo la descripción me acordé de la alfombra rosa y muyyyy peluda!!! que me regalaron para la 1ª comunión . . . . de lo más moderna allá por el siglo pasado jejeje

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      2. Uuuuy! Yo nunca tuve una de ésas pero mis padres tenían dos rojo pasión a los lados de la cama, también allá por el siglo pasado… ya sé a cuáles te refieres, ya… jajaj

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