La chica del lunar – capítulo 14

—¿Y mi contrato?

Fernando abre los ojos más de lo habitual al tiempo que eleva las cejas. Levanta el índice de su mano derecha y se dirige a un escritorio que hay arrinconado en una esquina, sepultado por otro montón de cosas que permanecen allí, junto con él, protegidas por el mismo plástico translúcido de la pintura que seguro acabará salpicando aquí y allá si finalmente, entre potajes y vecinos, terminamos pintando algún día.

—Haces bien en recordármelo —dice mientras viene hacia mí, ya con los papeles que ha sacado del cajón en la mano—. No hay que fiarse de nadie. Menos aún de un abogado.

Me tiende el contrato con una sonrisa sincera en la cara. Una lágrima de felicidad recorre mi mejilla izquierda al acabar de leerlo y comprobar que, efectivamente, se trata de un contrato indefinido a jornada completa y con un sueldo más que decente para el tipo de trabajo. Aunque, a decir verdad, lo que no me ha contado, ni viene especificado en el escrito, es, precisamente, en qué consiste el trabajo.

—El comedor de empresa abre de dos a tres. El menú incluye postre y café pero se aceptan pastitas, galletas y bizcochos. Si son caseros el chef y gerente de la empresa se compromete a amenizar la sobremesa con su natural talento para el cante y el baile. Si se trata de torrijas directamente hará la ola. La abajo firmante se compromete a asistir a un servidor en su día a día, tareas todas ellas completamente legales —no debo de parecer muy convencida porque de repente añade una pequeña matización—. Y no menos decentes.

Poseída por algún tipo de espíritu hippy me lanzo a los brazos de Fernando, que se me antoja tierno, ingenuo y encantador a partes iguales. Ya en pleno abrazo, inocente, eso sí, vuelvo en mí misma. No sé por qué he hecho esto. Me separo de él ipso facto y empiezo a colocar cinta de carrocero de manera compulsiva. En cinco minutos he cubierto ya los zócalos y los enchufes del salón. A falta de un solo interruptor por tapar empiezo a buscar desesperadamente algo más que poder proteger de la pintura y de mi estupidez. ¿Será posible? ¿Se puede saber qué me ha pasado? ¿Por qué he hecho semejante tontería? ¿Estaré mutando, como Fernando? Le miro de reojo; afortunadamente él parece tan incómodo como yo. Caigo de golpe en que, después de todo, sigo sin haber firmado el contrato. Corro a por él, lo firmo con nombre, apellidos, DNI y garabato y se lo planto delante de las narices. Balbuceo una disculpa a mi bochornosa e inapropiada actuación de antes.

—Nada, nada —le quita importancia y para cambiar de tema me señala unos botes de pintura que hay junto a la puerta de entrada—… ¡hala! ¡cuando quieras! —dice, riéndose— Yo tengo que salir un momento. Enseguida vuelvo.

Se va y me deja preparando la pintura. Hay una radio más vieja que yo junto a la cubeta. No hay un solo enchufe libre. Con un poco de suerte tendrá pilas. La enciendo y compruebo que, efectivamente, funciona. Giro el dial y paro en la primera emisora que consigo oír con una nitidez aceptable. La dejo de fondo mientras me hago con un rodillo para ponerme manos a la obra. Por fin encuentro uno sobre el mármol de la cocina. Lo mojo en la pintura y empiezo a extenderla por la pared. Algo en mi cerebro me dice que escuche la voz que sale de la radio.

—Me llamo Piscis.

No sé por qué tiene mi cerebro empeño en que escuche a Piscis cuando nunca le han interesado estas cosas. Por hoy ya me ha hecho hacer bastantes cosas estúpidas. Quizás por eso, porque ya considero cubierto el cupo del día, decido hacerle caso con la esperanza de no tener que arrepentirme después. Total, ¿qué puede pasar?

—Dime, Piscis. ¿Qué quieres saber?

—Verás, es que no llamo para mí —creo que mi cerebro estaba en lo cierto desde el primer momento en que oyó a Piscis. No era la primera vez que la escuchaba, aunque no era capaz de identificarla pese a serme terriblemente familiar. ¿De quién era aquella voz? ¡Dios! ¿De quién?

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6 comentarios

  1. Y qué querrá Piscis??!!! Démosle un toque de culebrón a la historia… jojojo.

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    1. Eso, eso!!! Culebrón, culebrón!!!

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  2. Será un consultorio esotérico?? jaja
    Dicen que los Piscis tienen dos personalidades muy diferenciadas, así que bien podría ser Fernando, que parece que lo han girado como un calcetín.
    Un petó i bon diumenge,

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    1. ¿Será? Será? Tiene pinta de que sí… y respecto a lo de Fernando, si es verdad eso de las dos personalidades, bien podría ser… habrá que esperar al viernes para saberlo, 🙂

      Un petó! I bon dilluns!

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  3. «No es para mí, es para un amigo…». Claro, todos decimos lo mismo. A ver qué cuenta… ¿Fernando?

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    1. Estás hecho un psicólogo… no quisiera adelantar acontecimientos pero parece que tenéis todos bastantes ganas de culebrón romanticoide… ¿será realmente Fernando el misterioso Piscis?

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